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Es curioso que en este mundo global, en el que todos estamos interconectados, en el que no hay límites para las comunicaciones, con excepciones técnicas en algunas ocasiones, ni siquiera conocemos, ni nos comunicamos con nuestros propios vecinos. Las personas que viven día a día a nuestro lado, pared con pared.

Las relaciones personales han cambiado. Antes nuestra familia, nuestra comunidad de vecinos, era nuestro mundo. Ahora nos abrimos tanto al exterior para comunicarnos, que nos olvidamos de quienes tenemos a un metro de distancia. Quizá esto sea fruto de otra cuestión. En este nuevo entramado tecnológico, la distancia entre personas ya no es espacial, porque el mundo es global. Alguien no es más amigo, ni hay más amor, por pasar más tiempo o estar más cerca de la otra persona. Lo que priman, son los sentimientos que se tengan. La amistad, el amor, la familia, no se miden por la distancia que haya entre nosotros, ni por la frecuencia con la que nos veamos, sino por la fuerza de esos sentimientos.

En este nuevo mundo de las comunicaciones, cuando ocurre algo lejos, una catástrofe, conflictos armados, lo hacemos nuestro, lo sentimos cerca, nos sobrecogemos. La distancia es secundaria, nos ponemos en la piel de las personas que están sufriendo esas tragedias. De nuevo aparecen las sensaciones y los sentimientos. A pesar de ello, en este mundo de las comunicaciones, en el que todos estamos interconectados, nos falta comunicación, y poner sentimiento en lo que hacemos. En nuestro trabajo, en nuestras relaciones.

El otro día leí que una palmadita en la espalda o en el hombro, podría significar en nuestro subconsciente un gesto de dominio o de poder. Me llamó la atención y lo mencioné en mi twitter @pcedenilla. Sin embargo, no sé, si este estudio se corresponderá con la realidad, porque de vez en cuando, sí necesitamos esa palmadita de alguien que nos diga lo bien que hemos hecho algo, o que nos exprese su afecto. Falta comunicación en este mundo intercomunicado.

Mi trabajo en la radio, mis amigas, la implicación personal es lo que me ha hecho seguir adelante cuando las cosas se han complicado y eran difíciles. Compartir el éxito me ha ayudado a hacer mejor mi trabajo. Algunas de mis mejores amigas ahora, comenzaron siendo becarias mías. Crecieron junto a mí como profesionales, y cuando hemos formado equipo, su amistad ha hecho que, a pesar de que me tocara ser su jefa en ese momento, fuéramos un todo. Antes hablaba de un estudio, pero hay otros muchos que buscan aumentar la productividad en el trabajo. No hace falta investigar para ello. Una sonrisa a las 6 de la mañana, un desayuno compartido, el intercambio de consejos, experiencias, y el apoyo emocional en el trabajo, son las mejores herramientas para conseguirlo. Cuando estuve al frente de ese equipo, intenté aportarles eso.

Ahora, nos hemos embarcado en una nueva aventura, consecuencia de las etapas de la vida, y de un ERE de extinción en ABC Punto Radio. Hemos entrado en el mundo del Community Manager de la mano de Aula CM. Para mí es un universo por descubrir. Y ahora son ellas, mis amigas, quienes trabajaron codo con codo en lo que es el sueño de nuestra vida: la radio, quienes me aportan sus consejos, su experiencia, y su apoyo emocional para intentar dominar el mundo de las redes sociales y no perder este tren, sin el que ahora se nos hace complicado vivir. Su generosidad, por ello, es infinita. Algo de agradecer en estos tiempos que corren en el que las prisas, y los intereses por alcanzar metas nos hacen egoístas.

Hablamos de vender producto, de marca personal, algo que es muy importante, sin duda. Casi fundamental. Pero esa marca personal queda incompleta si no le ponemos sentimiento. Es nuestra seña de identidad, lo que queremos proyectar hacia los demás. Pero como dice Andreas Schou, en esa marca personal tenemos que ser nosotros mismos. Y nosotros, no sólo somos un producto que vender.